EUROPA
PRESS
13 marzo
2018
La reducción
de la capacidad para mantener la temperatura corporal en ambientes más fríos
puede contribuir al desarrollo de la obesidad en la edad adulta, sugiere un
nuevo estudio en ratones publicado en 'JNeurosci'. La energía de los
combustibles alimentarios mantiene una temperatura corporal constante al
generar y conservar el calor.
Casi la mitad del presupuesto de energía humana gastado
durante una vida sedentaria se utiliza para mantener una temperatura corporal
de alrededor de 37 grados Celsius (98,6 grados Fahrenheit).
La investigadora Rosa Señarís y sus colegas de la
Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto de
Neurociencia/Universidad Miguel Hernández de Alicante descubrieron que, en un
ambiente levemente frío, los ratones que carecían del canal iónico sensor de
frío TRPM8 consumían más alimentos durante el día, cuando estos animales están
generalmente dormidos.
El aumento de la ingesta durante el día comenzó a una edad
temprana y condujo a la obesidad y altos niveles de azúcar en la sangre en la
edad adulta, lo que puede haber sido causado en parte por la reducción de la
utilización de grasa. En comparación con los animales control, roedores
deficientes en TRPM8 perdieron más calor corporal en frío leve, particularmente
durante períodos de ayuno cuando la temperatura de su cuerpo cayó por debajo de
30 grados Celsius (86 grados Fahrenheit).
La investigación representa un vínculo previamente no
reconocido entre los sistemas de detección térmica, la termorregulación y la
ingesta de alimentos, que puede abrir nuevas vías para prevenir y tratar la
obesidad, según indican los propios autores.